EXPOSICIÓN -PICHILEMU EN LOS TIEMPOS DE MI ABUELO- SE INAUGURÒ CON PRESENCIA DE AUTORIDADES Y PERSONALIDADES
domingo, 18 de febrero de 2007
Con la presencia de la gobernadora de
La ceremonia en
Asimismo, familiares de los exponentes que viajaron especialmente para la ocasión, pues se muestran fotografías donde muchos de sus antepasados están allí, cuando veraneaban en el balneario de Pichilemu, a fines del siglo XIX y principios del Siglo XX.
En la ocasión, al igual que la máxima autoridad provincial, el encargado de Cultura del municipio pichilemino, Jorge Torres, saludó a las distinguidas personalidades y autoridades presentes, dejando de relieve la importancia de mostrar esas verdaderas joyas fotográficas que muestran toda la magnificencia del balneario, el fulgor del balneario considerado uno de los más elegantes por la aristocracia del país y que, por tanto, era el preferido para descansar por meses en los pocos establecimientos de hotelería de esos años.
De hecho, por las dificultades en los medios de transporte, las familias viajaban en ferrocarril hasta donde llegaba el tendido férreo en su camino a la costa pichilemina, debiendo seguir en carruajes a caballo, con sistema de Postas -al igual que en el lejano oeste- donde se hacía cambio de caballares, estirar las piernas los pasajeros, hacer una pequeña merienda, refrescarse y seguir por aquellos polvorientos caminos hasta alcanzar la costa.
Por otra parte, diversas autoridades invitadas -por su apretada agenda de trabajo (¿?)- no pudieron estar presente en el acto cultural. Por la misma razón es que "pichilemunews" prefiere entregar sus últimas energías de esta nota, para invitar a los pichileminos y visitantes, para que aprovechen de conocer y apreciar estos testimonios de incalculable valor, en lugar de tipear los nombres de estas ocupadas autoridades.
OBSERVACIÓN
Antes de concluir esta nota, nos permitimos hacer una pequeña observación a los textos que acompañan a algunas de las fotografías, a manera de "fe de erratas": En relación al Cardenal Caro, se dice que nació en
Posteriormente, a la edad escolar el niño José María Caro Rodríguez fue llevado a
El pequeño error fue detectado por nuestro amigo escritor José Arraño Acevedo, sobrino nieto del Cardenal Caro, quien con justa razón no desea que se tesgiversen datos
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PICHILEMU ALREDEDOR DE JOSÉ ARRAÑO ACEVEDO
25/11/2009.
Carlos Leiva Ugalde, ayer tuvo la gentileza de avisarme: “Murió el papá de nuestro amigo José Luis”, el prolífero escritor y fundador intelectual de Pichilemu, don José Arraño Acevedo.
De inmediato busqué sus libros, acumulé otros datos donde aparecen sus artículos periodísticos hasta en Chillán, uno en La Discusión sobre Claudio Arrau y otro extenso del Diario El Rancagüino donde habla de ese Primer Concurso Fotográfico sobre el Paisaje de Pichilemu.
Me detuve, con sus libros enfrente –mientras leía la página de Pichilemunews, entregando en extenso la infausta noticia– y a mirar las portadas de sus libros: “Pichilemu y sus alrededores turísticos” y “Hombres y cosas de Pichilemu”, el primero, publicado por la Editora e Imprenta “El Promaucae” en 1999, donde presenta una antigua foto a lo ancho del refugio veraniego de los sacerdotes mercedarios frente a Punta de Lobos. La contraportada lo muestra junto a su hijo José Luis, de no más de 14 años, con un libro en las manos en su lugar de trabajo; en la pared, una de tantas fotografías del Cardenal Caro, de quién don José Arraño Acevedo era sobrino carnal.
Don José, nació en la Quebrada del Nuevo Reino, donde, así mismo, vieron la luz mis abuelos maternos Honorio Llanca Pavez y Magdalena Clavijo Lizana, mi madre y todas sus hermanas. Ambos sabíamos que estábamos unidos por más de un lazo del paisaje, del aire que respiraron nuestros antepasados y de ese afán de adueñarse de la palabra. Empeño de magnificar describiendo lo que muchos ojos miran y que cubren sus afanes culturales.
Consciente de ello, sus escritos de largo aliento, fueron dos libros dedicados a Pichilemu que, servirán a todas las generaciones futuras de pichileminos para comprender, amar y descubrir en sus sueños qué es Pichilemu, cómo se formó, que hombres transitaron por él y, con qué afán edificaron el pueblo, ahora convertido en ciudad, que nosotros habitamos con entrañable amor.
La dedicatoria oficial es para augurarle el destino en el arte a su hijo José Luis, quien lo ayudó en la preparación, diseño de portada y edición del mismo. Varios otros pichileminos colaboraron, José Vargas Badilla, en el prólogo, Cyntia González Maldonado, Fotos de Hernán Martínez Morales y, la siempre colaboración en todo escrito sobre Pichilemu de Washington Saldías González.
Su otro libro “Hombres y cosas de Pichilemu” contó con la colaboración, así mismo, de su hijo José Luis, como en el prólogo, cuidadoso y erudito, de Mario Noceti Zerega.
En la primera página escribió una dedicatoria a mi persona: “Al cada vez más cercano Jorge Aravena Llanca, este libro que le lleva algo de la historia pichilemina” va su firma José Arraño Acevedo, Pichilemu septiembre 2003.
En ambos libros está toda la historia de Pichilemu, la que deberán descubrirla los que se instruyan en su lectura. Sabrán de dónde vienen y quienes forjaron el destino que ahora estamos nosotros viviendo en Pichilemu. Nombres y fotos de personajes con nuestros mismos rostros, todos nosotros dentro del mismo árbol genealógico, con una repetición de nuestros apellidos hasta el cansancio.
Así, lugares y “Hombres y cosas de Pichilemu”, será el recordatorio eterno de don José Arraño Acevedo, como escritor y pichilemino de fuste, mirada y estampa, por la sangre orgullosa de pertenecer a lo más ilustre que ha dado nuestra extensa familia pichilemina.
Todo unido al conocimiento que nos entrega de los libros de uno de sus hermanos don José Luis Arraño Acevedo, y del sacerdote jesuita y connotado escritor Alberto Arraño Acevedo otro de sus hermanos predilectos.
En Pichilemu el viento golpea, con sonido agudo y herrumbroso, el cuerpo del aire salino, rueda invisible conciente en horas dichosas, en las olas de nuestro extenso mar que nunca se desborda, que insinúa acercarse en cada ola para alejarse presuroso, agotado por el calor veraniego. Ahora sé que todo está en silencio y paz alrededor de don José, que hasta las estrellas, en la primera noches de ausencia de nuestro amigo y maestro, se recogieron en sí mismas, y en el aire se recostaron pájaros encantados para recordarnos que, lo que nos roza en este dolor agotado de penumbras, tiene sentido, que es una curva que nos señala el camino donde está el fruto maduro de la vida que es la muerte.
El camino está señalado don José. Allá iremos los que hemos recorrido pisando fuerte en las playas de Pichilemu, buscando con la mirada un bote de nuestros pescadores que intentan regresar.
Ahora, la Biblioteca de Pichilemu, a comenzado a iluminarse, se extiende y levantan espumas blancas como hojas escritas con palabras marinas que fueron alimentadas de fe y del eco de antiguas canciones, de súplicas y de penitencias, como buscando el perdón de nuestro amigo Arraño Acevedo, por no haberlo conocido lo suficiente, por no haberle dado nuestros agradecimientos en vida y elevarlo a lo alto de la ola permanente que es la vida humana.
Su memoria, en nuestra pesadumbre y alegría, se convierte en un país de oraciones que se han quedado en cada una de las páginas de sus libros, como el sol del verano en los brotes de las flores de los papayos, rozando la piel de la sal de Cahuil, dándole color a los pinos y aliento a nuestro canto.
El viento insiste turbulento en darnos su nombre, mientras crece el vino, para que mediante la eucaristía se transmute, para nosotros, en la copa de oro lleno del recuerdo de nuestro maestro y amigo, el mejor escritor de Pichilemu, don José Arraño Acevedo.
Todos los que se van caritativamente, como en estas horas don José, nos han dejado en las extensas playas pichileminas, bajo la luz del mediodía, brillantes de madurez y, en los campos adyacentes, los cantos de las gaviotas pulverizando las praderas fértiles, donde yuntas de caballos blancos se empinan en la rueda en que el trigo manso comienza su benéfico celo de entregarse a los hombres.
Ahora los que nos hemos quedado solos, agradecemos que don José Arraño Acevedo, nos haya dejado en mitad de la primavera con un grito ardiente en el que Pichilemu, de cuerpo entero, repetirá su nombre a perpetuidad.
Dejo abiertos en cualquier página sus libros.
Jorge Aravena Llanca
25 de Noviembre de 2009
Berlín
Etiquetas: Guillermo Drago y Marta Enberg, Sala de Arte "Agustín Ross"
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