Pautas para la reconstrucción del Valle de Colchagua
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Viernes 5 de Marzo del 2010
Expertos en patrimonio trazan líneas para volver a levantar la zona y mantenerla. Consejos aplicables a otros sectores dañados.
DANIELA SILVA / CONSTANZA ROJAS /ANDRÉS DEL REAL
En 2003, Lolol fue declarada Zona Típica por el Consejo de Monumentos Nacionales. Ya durante la dominación inca, era famoso por sus lavaderos de oro. De hecho su nombre proviene de una voz indígena que significa "ciudad de hoyos".
Los golpeó la fuerza de la naturaleza casi tanto como a los habitantes de su territorio. La Iglesia Santísima Natividad de la Virgen de la Merced, de Lolol; el Museo San José del Carmen de El Huique; la parroquia de Santa Cruz y el Museo de Colchagua, sufrieron graves daños por el pasado terremoto. Construcciones emblemáticas de una zona que hoy está centrada en salvar vidas, pero que también busca conservar su valioso patrimonio arquitectónico. Un interés colectivo que debe inyectar calma ante las decisiones apresuradas de remover escombros o botar muros. Y para esto, siete expertos comparten su mirada.
"Cuando hay un daño tan significativo, es clave analizar cada uno de los inmuebles y determinar qué es lo rescatable, qué constituye una amenaza y qué se perdió. Tenemos que rescatar lo máximo posible", apunta óscar Acuña, secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales. Sobre esta idea hay consenso. "Si no, destruiremos mucho patrimonio. Y ya vimos lo que pasó tras el terremoto de 1985, cuando se demolieron construcciones, porque se intervino de manera desafortunada", comenta Ezio Mosciatti, presidente del Comité de Patrimonio del Colegio de Arquitectos. Y Jorge Atria, arquitecto asesor del Consejo de Monumentos, recuerda: "Claramente el Portal Edwards, en la Alameda; parte del antiguo Palacio Rivas y la ex cárcel de Santiago, son edificios que se podrían haber conservado y se destruyeron banalmente".
El académico también aclara que deben conjugarse dos factores: la mantención de la estructura original, que da autenticidad, pero también la seguridad de las personas. Y Acuña agrega: "Cuando no se puede mantener todo el edificio en pie, es necesario aplicar técnicas mixtas para restaurarlo. Tenemos la experiencia de Tarapacá. En la Iglesia San Lorenzo se mantuvieron algunos de los muros que conservaban el patrimonio, y se construyeron otros de materiales más resistentes".
EN TIERRA DERECHA
Luego de definir qué puede recuperarse y qué no, es tiempo de la reconstrucción. Según Atria, el equipo multidisciplinario que se encargue de ella, además de ser multidisciplinario, debe tener entre sus integrantes a usuarios del edificio: "Son los protagonistas directos, han participado de intervenciones anteriores, tienen su historia". Y los siete expertos están de acuerdo en que la prioridad debe ser conservar el incalculable valor patrimonial de la zona. "Este país debe reconstruirse en el esquema que demandan sus raíces e identidad", afirma Carlos Cardoen, fundador del Museo de Colchagua. Para esto, Amaya Irarrázaval, presidenta de la Corporación Identidad Patrimonial, aconseja: "En el caso de los edificios patrimoniales, muchos escombros debieran guardarse, porque contienen información de cómo era la obra antes".
Magdalena Krebs, directora del Centro Nacional de Conservación y Restauración, agrega que es fundamental rescatar los objetos al interior de los edificios que estén en buen estado: "Son un puente entre lo que fue y lo que se construirá. A veces, no salvas un muro, pero sí elementos ornamentales. Especialmente en El Huique, donde hay un patrimonio notable. Se debiera buscar un lugar seguro y hacer un catastro de los objetos". Así, también, afirma que la mantención de los jardines y la volumetría conservan el espíritu del edificio.
La historia del valle se afirmará también con los materiales que lo reconstruyan. "Existió y existe una tendencia de poner un muro de hormigón que abrace al adobe y creer que ahí se acaba el problema. Ahí hay dos pecados mortales: alterar el valor histórico del inmueble e inducir a la estructura una rigidez extraña e indeseable, que provoca un colapso", dice Sergio Contreras, vicepresidente del Colegio de Ingenieros, y experto estructural.
Y ello, porque el adobe que haya sobrevivido a éste y otros terremotos vale oro: "No es sano que se estigmatice al adobe, porque mucha superficie del planeta está construida con superficies de barro. Lo que ha pasado aquí es que en Chile no existen normas para su mantención", afirma Acuña.
Por la fragilidad del adobe, habrá que tener especial cuidado con los muros sobrevivientes. Los entendidos hablan de una evaluación a lo menos una vez al año, no intervenirlo sin ayuda profesional, estar atento a las filtraciones de agua -el principal enemigo del adobe-, y en lo posible mantenerlo habitado, para estar al día con sus deterioros.
¿En manos de quién debiera estar la reconstrucción? Los especialistas afirman que se trata de una labor tanto pública como privada. Y ante esta emergencia, Acuña es partidario de "generar, tal como en otras áreas, un programa específico para patrimonio colonial y rural, que las autoridades evalúen y lo establezcan. Implicaría decirle a la gente y autoridades locales que esto es importante y se les apoyará".
"Hay que perfeccionar la Ley de Donaciones Culturales. Y podríamos pensar en un plan que se llame 'Apadrine un edificio histórico' y que eso permita un beneficio tributario para la empresa privada", dice Krebs.
Acerca de los plazos, Mosciatti se aventura: "Cuánto se demore esta zona u otras en reconstruir su patrimonio, depende de voluntades políticas y de los líderes de cada zona. Además de los recursos disponibles y la participación de la comunidad: no se puede tener y mantener el patrimonio sin participación. Aterrizando, la reconstrucción puede demorar cinco o diez años".
La experiencia de L'Aquila en Italia
La noche del 6 de abril de 2009, un terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter azotó a L'Aquila, capital de la región de Abruzo, en el centro de Italia. Además de las 307 personas que fallecieron, el sismo afectó a más de 70 mil viviendas y dañó gravemente diversos momumentos históricos de la ciudad medieval, entre ellos catedrales e iglesias de gran importancia histórica, junto a más de mil objetos de incalculable valor. Entre las edificaciones, al menos cuatro iglesias románicas y renacentistas y un castillo del siglo XVI fueron destruidos parcialmente, como fue el caso de la nave de la Basílica de Santa Maria di Collemaggio, donde fue coronado el Papa Celestino V en 1249.
Tras ocuparse del rescate de los sobrevivientes y de asegurar en parte el bienestar de sus habitantes, la primera medida de las autoridades italianas para rescatar el patrimonio histórico de la ciudad fue convocar a un grupo multidisciplinario de expertos -incluyendo a peritos del Vaticano- que realizó la detección de las averías en las construcciones. Dos semanas después se contaba con una cartografía completa de los daños (en total, cerca de 900 monumentos afectados). Paralelamente, se hizo un trabajo provisorio en las estructuras, preparándolas para las eventuales réplicas.
En cuanto a los objetos, éstos fueron retirados y trasladados al Museo de la Prehistoria de Celano, apodado desde entonces "la clínica de las madonas". El lugar sirvió como depósito para cientos de obras de arte, donde los restauradores hicieron un diagnóstico de cada pieza -con un código 1 para los casos más graves hasta código 4 para las levemente afectadas- y priorizaron la recuperación de los cuadros mojados por la lluvia o rasgados, evitando que se enmohecieran y que aumentaran sus fisuras.
A casi un año del sismo en L'Aquila, gran parte de los objetos siguen en "primeros auxilios": "Se necesitarán por lo menos 10 años para terminar todo el trabajo", dijo a la prensa el restaurador Gianfranco Quintiliani.
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