jueves, 6 de enero de 2011

Tres balnearios símbolos del 27F se alistan para el verano



Pichilemu, Constitución y Dichato:

Las playas más representativas de la zona centro-sur intentan dejar atrás el maremoto y se preparan para recibir visitantes. Muchas han vuelto a construir por donde pasó el mar.

Ignacio Bazán
En el borde costero suenan martillos, motosierras y el traqueteo constante de las máquinas, con sus cuadrillas de hombres trabajando. Es el destino común de Pichilemu, Constitución y Dichato, balnearios afectados por el terremoto y el maremoto del 27F. A pocos días del inicio oficial de la temporada de verano, las tres playas más importantes de las tres regiones más afectadas por el tsunami afinan detalles para recibir una importante cantidad de turistas.

Eso sí, los grados de avance en cada balneario varían radicalmente.



En el borde costero de Pichilemu, apenas se notan las cicatrices dejadas por las olas. Los privados ya volvieron a construir sus negocios (cabañas, restaurantes, hoteles) y la municipalidad aprovechó de levantar de nuevo todo lo que el maremoto se llevó de la infraestructura pública de la playa. Los comerciantes de ferias y quioscos playeros afinan los últimos detalles en sus negocios para poder atender a los turistas que lleguen. Vuelven a instalarse en los mismos lugares por donde arrasaron las olas.


En Dichato, los restos dejados por las construcciones todavía son visibles. No es raro ver baños erguidos en medio del sector de casas que ya fueron demolidas. La razón es simple. El alcantarillado llegó a Dichato después que la construcción de esas casas, por lo que los baños fueron construidos con posterioridad, generalmente con paredes hechas de cemento. Las viviendas de material liviano no resistieron el embate de las olas, pero los baños sí. De ahí que el paraje actual se componga de decenas de baños esparcidos por sus polvorientas calles. En medio del triste paisaje, la oferta culinaria vuelve a surgir: ya son varios los restaurantes que están listos para recibir al turista, muchos también ocupan lugares por donde pasó el mar el 27F.



En Constitución destaca la ausencia de oferta culinaria en su borde costero: donde antes había 18 restaurantes, ahora sólo hay tres. Su alcalde confía en que puede darle un nuevo impulso a la ciudad fomentando tours por las zonas del desastre. Además, la playa "Los gringos", el principal lugar de encuentro para los veraneantes, se encuentra en buenas condiciones para recibir visitantes.



¿Serán capaces los tres balnearios más importantes del centro-sur del país resistir la demanda de los veraneantes?

Pichilemu renueva sus áreas públicas



Su playa quedó con infraestructura nueva y mejorada:
De todos los balnearios afectados por el maremoto, Pichilemu parece ser la paradoja más grande de todas. Las voces se levantan para decir que el pueblo se encuentra más hermoso que antes del maremoto. Un turista colombiano confiesa que no había notado que el lugar había sido azotado por las olas en febrero de este año.

Aunque Pichilemu estuvo lejos de presentar el mismo nivel de destrucción que Dichato o Constitución, el mar sí se encargó de llevarse varios locales comerciales, un grupo de cabañas para arriendo, además del hotel Terraza, el más tradicional y que fue construido para la élite en 1905.

Carlos Prieto es un rancagüino asiduo visitante de Pichilemu. Cuenta que ha visitado la localidad durante los últimos 30 años. Mientras los surfistas cabalgan las últimas olas del día, Prieto dice que le gusta lo que ve. "Encuentro que Pichilemu está mejor que antes del terremoto", cuenta. "Se nota muy poco que aquí alguna vez hubo tanta destrucción".

Roberto Córdova, el alcalde del balneario, dice que están preparados para recibir a los turistas. "En términos de capacidad hotelera estamos igual que el año pasado: contamos con 10 mil camas entre los sectores formales e informales. La oferta culinaria es prácticamente la misma".

A medida que se afinan los últimos detalles en la construcción de diferentes kioscos a la orilla de la playa, Pichilemu empieza a cicatrizar las últimas heridas que dejó el mar. Sólo queda un container ladeado como símbolo de que alguna vez pasó un maremoto. Los pescadores quisieron dejarlo ahí como un recuerdo para futuras generaciones de lo que alguna vez vivieron el 27F.

El gran emblema de la ciudad, la balaustrada que separa la playa del paseo peatonal de la Costanera, ya fue reconstruida completamente. El municipio invirtió 400 millones en total, lo que incluyó la repavimentación de la costanera.

Mauricio Blanco, dueño del hotel Terraza, fue uno de los más perjudicados con el maremoto. Su propiedad, que es monumento nacional, fue destruida parcialmente por las olas. "Sólo quedó parte de la estructura", dice Blanco, quien había comprado el recinto hace sólo cuatro años. Ahora está a punto de volver a recibir pasajeros y de inaugurar un restaurante en el primer piso. Fueron 80 millones de inversión, los que consiguió hipotecando el recinto.

El matrimonio de Esaú Aguirre y Nancy Rossel también fue perjudicado. Perdieron "El Viagra Marino", un restaurante que pudieron operar por sólo un mes antes de que se lo llevara el mar. Su otro local, "Donde Esaú" también sufrió graves pérdidas. Aguirre reconstruyó este último con sus propias manos y está listo para recibir el verano. La meta es recuperar una buena parte de los casi 100 millones que perdió el 27F.

Dichato revive como centro culinario en medio del desastre





Quedaron sin restaurantes tras la tragedia y ahora hay 13 en pie:
La playa de Dichato no muestra mayores rasgos de que por encima de sus arenas pasó un maremoto. La Municipalidad de Tomé -que tiene a su cargo el pueblo de Dichato- se encargó de limpiar el fondo marino y la playa misma, la que es adornada por clásicos quitasoles de paja.

Una playa limpia es el primer gran paso para el balneario principal de la Octava Región. Pero la capacidad hotelera parece ser poca para la eventual demanda de veraneantes. Según la alcaldesa subrogante, María Luz Gajardo, el pueblo recibe a 30 mil visitantes durante el verano. "La capacidad hotelera da para recibir entre 250 a 300 personas, mayoritariamente en las cabañas que sobrevivieron al maremoto. Pero creemos que el alojamiento informal en casas puede aumentar nuestra capacidad para recibir gente".

Marco Bautista, ex jugador de fútbol profesional, es dueño de uno de los pocos grupos de cabañas que se salvaron del maremoto: "Ya tengo varias semanas arrendadas, principalmente a gente de Chillán, que es la que más viene. Creo que va a llegar mucha gente este año porque hay mucha curiosidad por ver cómo quedó Dichato".

Donde más se encuentran avances es en la apertura de restaurantes. Después del maremoto no quedó absolutamente ninguno en Dichato. El primero en volver a abrir sus puertas fue "El Encuentro" el 14 de julio. Marisol Fuentes, su dueña, confiesa haber tenido su mejor verano de los 10 que lleva a cargo del restaurante hasta que llegó el maremoto. A pesar de todo, hay esperanza. "Viene harta gente los fines de semana largos y eso me ha ayudado", cuenta.

Ya existen 13 restaurantes funcionando y otros cinco se encuentran en proceso de aprobación. El más tradicional y antiguo de Dichato, el Santa Elena, ya está totalmente operativo. "Fue terminado un poco antes del fin de semana de Navidad y se llenó de inmediato", dice Hernán Monsalve, su dueño. Un mes y medio se demoró en construirlo con una inversión de 80 millones y una capacidad para 200 personas.

El lado amargo de los preparativos en Dichato es su inescapable desolación. El agua se adentró aproximadamente 15 cuadras hacia el interior del pueblo, dejando poco y nada en pie. Las maquinarias pesadas ya demolieron y limpiaron, pero la reconstrucción es una tarea pendiente. Julio Navarrete, un chillanejo que ha veraneado por 10 años consecutivos en Dichato, se tomó el día para visitar el pueblo y evaluar quedarse una semana este verano. Su evaluación es lapidaria: "Me da mucha pena ver esto. Falta bastante y así como está todo no volvemos este verano. La casa donde alojamos el año pasado está totalmente destruida".

Constitución apuesta al turismo-desastre



El municipio trabaja en un tour por las zonas más afectadas:
Hugo Tillería, el alcalde de Constitución, cree que el maremoto que afectó a su ciudad es una gran oportunidad para renacer. Y la idea del renacimiento va ligada a la identidad que le ha dado a la costera ciudad de la Séptima Región el desastre del 27 de febrero. "Esta es la zona donde más golpeó el terremoto", dice Tillería. "Aquí fue el epicentro de 8.8 y donde más personas fallecieron. El mar prácticamente borró nuestro borde costero. Pero más allá del lamento y el duelo que podamos sentir, creemos que aquí están las bases para que se haga una suerte de turismo-desastre. Que la gente que venga conozca realmente lo que tuvo que pasar Constitución".

Tillería se refiere a un proyecto de tour que está desarrollando en el municipio para visitar las diferentes áreas golpeadas por el maremoto. Aunque todavía no está listo el itinerario, el alcalde espera tener el tour operativo para la segunda quincena de enero.

Mientras Tillería explica sus planes, en el borde costero se trabaja frenéticamente para hermosear el entorno. Se instala nueva iluminación y se arregla el pavimento de la costanera. También se termina una gran terraza pública de madera. Lo que falta son los clásicos restoranes que antes del terremoto estaban alineados frente al principal lugar de reunión de Constitución durante el verano: la playa "Los gringos".

Según el alcalde, antes del maremoto había 18 locales frente al mar. Ahora sólo hay tres. El Marbella es uno de ellos. Lorena Alvarado, quien trabaja en el local y es hija de la dueña, dice que la familia se embarcó en un crédito de 30 millones para volver a poner el restorán en pie. "Aún así nos faltan otros 30 millones para cubrir un montón de detalles que nos faltan", explica. "No tenemos para cortinas, manteles, algunas máquinas para la cocina, entre otras cosas. Eso lo vamos a ir comprando a medida que entre dinero. Calculamos que en 4 o 5 años se podrá recuperar la inversión".

Más allá de la falta de oferta culinaria en la zona costera, a los primeros turistas que empiezan a aparecer les gusta el trabajo que se ha hecho con la costanera y la playa. "Está tomando vida", dice Gustavo Torres, un ingeniero que trabaja en la planta maderera de Licancén, a unos 45 minutos de Constitución. "Vine acá hace un mes y no había nada. Ahora hay un par de restoranes abiertos, pusieron quitasoles, luminarias, bancas. Está todo más bonito".

A unos cinco minutos de ahí, y por la misma Costanera, se construyen 20 cabañas al lado de la playa El Cable. Todas habían sido arrasadas por el mar y ahora vuelven a aparecer en el mismo lugar para el verano. El sentido de urgencia es grande. 10 cabañas estarán listas antes de año nuevo. El resto será entregada durante los primeros días de enero.

Las huellas más visibles del maremoto se encuentran en el sector de La Poza, donde se junta el río Maule con el mar. Es ahí donde grandes botes llegaron hasta la estación misma de buses, a unas 5 cuadras del mar. Las mediaguas conviven con las casas que se reconstruyen en el barrio más afectado de la ciudad. Al frente, los árboles de la isla Orrego, emblema de Constitución, siguen muertos, totalmente secos por la sal de las olas gigantes.
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