Aperos del Huaso Chileno
EL HUASO CHILENO
El huaso con el paso del tiempo se ha llegado a transformar en todo un personaje. Algunos consideran que a quienes se les designa con ese apelativo es el hombre proveniente del campo o el que es atento, de buenos modales, conocedor del mundo campesino. Además se le atribuye una característica en la que muchos concuerdan: la picardía.
Una de las primeras referencias que se tienen del "huaso" aparecen por el siglo XVIII, cuando los cronistas lo mencionan en sus escritos. Ellos se referían al hombre o habitante del campo, que era mestizo y destacaba por su habilidad para montar a caballo, manejar el lazo y vestir poncho (que era un trozo de tela cuadrada con un orificio al centro por donde pasaba la cabeza).
Hay quienes dicen que en la vestimenta del huaso podemos apreciar la unión de las culturas española y mapuche. Por lo tanto, el traje del huaso incorpora una serie de accesorios que eran desconocidos para los nativos americanos. Es más, los mismos españoles incorporaron a sus atuendos un gran número de elementos árabes, quienes vivieron por mucho tiempo en la península Ibérica.
DONDE SE PROSIGUE CON LA HISTORIA DEL HUASO
Como se dice en buen chileno, aquí viene la segunda patita de la vida y obra de nuestro personaje típico. Supondremos aquí que el lector ya tiene una idea algo más clara de quién es en realidad el huaso; en estas líneas nos dedicaremos a dilucidar cuál ha sido su trayectoria durante este siglo que ya se acaba.
Hasta aquí hemos hablado de los huasos que vemos en la ciudad. Pero es importante recordar al huaso que vive siempre en el campo, al que corre en rodeos de pueblo, al que no corre nunca, a los que son cantores populares, a todos aquellos que viven en pueblos de la zona central de Chile. De ellos casi nunca se habla, pero si queremos conocerlos debemos asistir a aquellas festividades como el 8 de diciembre, en algún pueblo de la cordillera de la costa; o un 16 de julio, día de la Virgen del Carmen. Entonces nos encontraremos con el huaso de campo, ese que disfruta con una "pichanguita" (que para ellos es un rodeo chico, no un partido de fútbol), ese que es devoto de la Virgen y que le hace vigilia, cantando con recogimiento décimas y cuartetas heredadas de los abuelos; el huaso que todavía le canta al angelito, porque no hay mayor consuelo para los padres que decirles que su guagua recién muerta se convirtió en ángel; el huaso que en fiestas como el 18 se divierte cantando y payando con picardía, tomando chicha y bailando una cueca bien zapateada, compitiendo con sus pares en quién levanta más polvo (también escuchan y bailan rancheras y guarachas)... ese huaso que no siempre tiene plata suficiente para comprarse una manta corralera o un chamanto, o las botas con flequillo; el que anda en bicicleta porque no le alcanza para el caballo; el que usa ojotas hechas de neumáticos viejos para trabajar en la tierra; el que se divierte jugando al tejo o con carreras a la chilena a campo traviesa... ese huaso que se ríe de nosotros los citadinos porque no sabemos sobrevivir en el campo. Conocer a estos huasos de campo es encontrarse con la verdaderas raíces de lo que somos los chilenos, pues en ellos todavía está presente la mezcla de mapuches y españoles de la que descendemos... en sus cantos con ritmo indígena, en sus tejidos hechos en telares indígenas o españoles; en las vasijas de greda que aún utilizan en la vida diaria; los canastos que todavía tejen para el acarreo de papas; en las monturas hechas a mano; las riendas trenzadas; los lazos... A quién quiera encontrarse con sus raíces chilenas, le recomiendo que se de una vuelta por los poblados de la zona central, que converse con quienes viven escondidos entre los cerros de alguna de las cordilleras, que observe sus costumbres y que aprenda de su sabiduría simple y bella... esa que los citadinos desconocemos.
La indumentaria huasa debe ser muy cómoda, ya que el huaso pasa gran parte del tiempo montando. Cada una de las piezas tiene una utilidad específica.
VESTIMENTA DE LA ZONA CENTRO DE CHILE
En el rodeo, tanto el huaso como el caballo van vestidos con implementos típicos, que dependen, en gran parte, del gusto del jinete. Él se viste y calza utilizando elementos que pertenecen a la indumentaria huasa.
Hay diferentes "tenidas", por llamarlas de algún modo, que se diferencian claramente una de otra:
- Vestimenta de faena: para el trabajo en el campo, es resistente y cómoda para andar a caballo.
- Vestimenta de lujo: utilizada principalmente en rodeos y fiestas. Los huasos sacan sus mejores prendas. Camisa a cuadros, chaquetilla corta blanca o negra, pantalón a rayas, zapatos de tacón, faja o cinturón, encima un lujoso poncho o manta
La mujer en tanto se viste con un sencillo vestido de vivos colores generalmente.
Una de las primeras referencias que se tienen del "huaso" aparecen por el siglo XVIII, cuando los cronistas lo mencionan en sus escritos. Ellos se referían al hombre o habitante del campo, que era mestizo y destacaba por su habilidad para montar a caballo, manejar el lazo y vestir poncho (que era un trozo de tela cuadrada con un orificio al centro por donde pasaba la cabeza).
Hay quienes dicen que en la vestimenta del huaso podemos apreciar la unión de las culturas española y mapuche. Por lo tanto, el traje del huaso incorpora una serie de accesorios que eran desconocidos para los nativos americanos. Es más, los mismos españoles incorporaron a sus atuendos un gran número de elementos árabes, quienes vivieron por mucho tiempo en la península Ibérica.
Indumentaria y aperos
La indumentaria huasa debe ser muy cómoda, ya que el huaso pasa gran parte del tiempo montando. Cada una de las piezas tiene una utilidad específica.
Sombrero: El que se usa es derivado de una mezcla entre el sombrero español y el bonete de Maule
Colchagua: Es de paño o paja y tiene alas rectas, copa redonda y aplastada, muy similar al sombrero cordobés.
Cinta o cordón: El cinto del huaso es angosto y cae al lado izquierdo. Es generalmente negro, gris o beige.
Chaquetilla: Es de paño o algodón, corta y entallada. Algunas llevan solapas, pero cuando no las llevan, el cuello es de tipo militar. Esta prenda tiene la gracia de ser particularmente cómoda para el jinete que puede hacer cualquier movimiento sin que ella le moleste. Como ornamento lleva hileras de botones a la altura de la cintura y en los costados de las mangas.
Faja: Es ancha, de lana roja u otro color fuerte y termina en flecos. Es muy larga de manera que pueda dar varias vueltas a la cintura.
Camisa: Es de algodón blanco y puede ser con o sin cuello.
Zapatos: Son de cuero o cabritilla, de un modelo terminado en punta, cerrados en el empeine y con correas y hebillas. Tienen un tacón firme y alto para que el rodaje de las espuela no toque el suelo. El zapato es elegante y funcional.
Botas: Se le conoce como polaina o piernera. Está hecha de cuero blando que brinda movilidad a la pierna. La bota puede ser larga o corta. De los costados nacen correas que caen hasta la parte superior del zapato.
Manta: Es una de las piezas más hermosas y es la que caracteriza a cada huaso. Consta de un tejido rectangular, de lana o hilo, según sea la región en que se fabrique, y tiene una abertura horizontal, para pasar la cabeza, coronada por un corbatín o rosa a cada extremo de dicha abertura. Generalmente la manta es de doble faz o reversible y suele tener bordados algunos elementos propios de la faena o la zona, como ramos de uvas, herraduras, hojas, copihues...
Montura: Es la silla usada por el huaso para montar. Evolucionó de ser un par de cuerdo de cordero amarrados por medio de una cincha al lomo del caballo, hasta convertirse hoy en una cómoda montura. La montura chilena lleva dos cinchas que se afirman al caballo. Consta de diferentes parte:
Casco: es la estructura de madera que se ubica en el lomo del caballo y al asiento del jinete
Pabellones: son dos cueros de oveja o cordero curtido ubicados en el casco
Cabecilla: es la parte anterior de la montura y que sujeta al jinete
Copa: parte trasera o asiento
Espuelas: Las espuelas están hechas de metal. El jinete las coloca en la parte posterior del pie, sobre el talón. Está formada de:
Un asta: pieza metálica en forma de U. El huaso la coloca en el talón del zapato y va afirmada al pie por una correa que se denomina pial.
Un pihuelo: pieza metálica que sale desde el centro del asta
Una rodaja: circunferencia de puntas concéntricas hechas de acero. Va unida por un pasador al pihuelo, lo que le permite movimiento y giro.
Estribo: El estribo es la pieza por donde el huaso o jinete introduce el pie. Esta fabricado con madera de quillay o naranjo. Los artesanos que se dedican a su elaboración lo adornan con tallados o labrados de flores o rosetones. El estribo va unido a la montura de la que cuelga a través de una correa llamada arcionera.
APEROS DEL HUASO CHILENO
ESTRIBO CHILENO
Es uno de los aperos característicos de los huasos chilenos, de madera tallada, fabricados por artesanos en un solo trozo, preferentemente de quillay o naranjo. Sus adornos son verdaderas creaciones en flores, rosetones, botones labrados, lazos y soles que los hacen un todo armónico agradable a la vista.
Sus orígenes en nuestro país se remontan a la llegada de los conquistadores, quienes los usaban de metal, hierro o plata y, a veces, incluso de oro macizo, como los que Pedro de Valdivia ordeno fundir para atraer a los colonos a la Nueva de Toledo, como entonces se conocía al Reino de Chile.
Su evolución se debió evidentemente a una adaptación al medio geográfico, climático y social de nuestro país, como también a la imaginación de los artesanos criollos que le dieron un fuerte sello campesino. Hoy día, al referirnos a ellos, podemos calificarlos como netamente chilenos y altamente expresivos de nuestra nacionalidad. Actualmente se hacen en pequeños talleres de pueblos cercanos a Chillán, Talca, Colchagua, Curicó, Rancagua y Santiago.
FRENO
El freno junto a la rienda es el elemento que dispone el jinete para gobernar un caballo. Dada su importancia, tanto el huaso como el artesano han buscado a través de los tiempos, hacerlo práctico y eficiente para el caballo, también lucido en su presentación.
Se hace generalmente de hierro o acero con aplicaciones, esto es un trabajo muy antiguo denominado ataujía y que consiste en chapear o adornar el metal con aleaciones blancas que pueden ser de níquel bronce o plata en sus lados externos con dibujos y motivos finos.
La diferencia principal entre la frena y el freno es que este en su construcción lleva una pieza en forma de arco, que, naciendo de los extremos de las palancas, rodea la trompa o labio superior del caballo a la que se denomina pontezuelo.
Eximios artesanos se han hecho famosos por la calidad de sus trabajos, especialmente en la zonas de Malloco, Colchagua y Chillán
ESPUELA
Se describe a la espuela chilena como un instrumento de auxilio indispensable para el huaso en su trabajo de a caballo o para la práctica del rodeo.
Al presionar las rodajas sobre las costillas del caballo, el huaso obtiene que éste se desplace espontáneamente hacia delante o en forma lateral, según sean las necesidades del movimiento.
La espuela se usa sobre un soporte de suela, que descansa en el talón del zapato, conocido como talonera. Dada la elaboración metálica de la espuela generalmente de hierro, acero, níquel o bronce es posible trabajarlas en sistemas de ataujía. Su asta y el pihuelo están adornados como verdaderas obras de arte. Los motivos calados más frecuentes que lucen son frisos ramados, estrellas, rosetas, tréboles, cruces y corazones.
La rodaja es su elemento principal. Hecha de una sola pieza de acero o hierro azul (riel), es templada al agua con el objeto de que produzca un sonido musical al jugar sobre su eje. Lo llamativo de la espuela es el tintineo que emerge de ella en las faenas campesinas o en los rodeos cuando el huaso ‘rodajea’ o da un puyazo a su caballo para comunicarle su intención o ponerlo atento.
El conjunto de elementos que el huaso utiliza para montar a caballo se denomina “apero huaso”. Este importante complemento está conformado por las botas, espuelas, maneas, riendas, lazo, freno y montura.
BOTAS
Su uso protege las piernas, y son insustituibles en las labores agrícolas. Debido a las exigencias del rodeo, se ha llegado a la bota actual; elegante, de cuero negro, de largo hasta más arriba de la rodilla, con rebaje en su parte posterior y correas para asegurarlas.
MANEAS
Elemento de cuero compuesto de dos argollas fijadas con ojal y botón, que sirven para inmovilizar las extremidades anteriores del caballo.
RIENDAS
De cuero torcido o trenzado, finalizan en la chicotera. Nacen del freno y son el elemento con el cual el jinete maneja el caballo.
FRENO
Junto con la rienda, es el elemento que permite al jinete gobernar al caballo. Se introduce en la boca del animal y está hecho de hierro o acero con aplicaciones.
LAZO
Es una larga cuerda de cuero torcido o trenzado, con diferente extensión y grosor, que en sus extremos termina en un botón y en un ojal. Es indispensable en las faenas del campo como lacear, apartar, marcar, inmovilizar y vacunar.
MONTURA
Este elemento ha ido evolucionando con el objeto de alivianarla y evitarle molestias al caballo, sin dejar de ser cómoda y funcional para el jinete. Es un casco de madera liviana con horma metálica que tiene dos lomillos, conocidos como cabecilla delantera y copa trasera. Sobre la horma van capas de cuero, de los cuales penden la cincha, que la asegura en torno al vientre del caballo- y la arción, correa de la cual cuelga el estribo.
LA NUEVA GENERACIÓN DE ARTESANOS
La vestimenta de huaso es parte de las tradiciones del campo y del rodeo, son la chilenidad. No cualquiera la hace. Todo huaso sabe que con los sombreros de Jorge Ábrigo, los zapatos de Mariano Lastra y las espuelas de Mario Santana van a la segura. No por nada, son cientos los corraleros que recorren miles y miles de kilómetros sólo para llegar a sus talleres. Pero no son eternos. Por eso es importante conocer a quienes vienen detrás para mantener la pureza de sus trabajos. Los tres aprendieron de sus padres y ya tienen a los herederos que continuarán con sus oficios: Bernardo Ábrigo, Cristián Lastra y Gustavo Muñoz.
REVISTA DEL CAMPO - JUAN PABLO SALGADO S.
CRISTIÁN LASTRA
Rodeado de cueros
Los Lastra les deben todo a los zapatos de huaso y a las botas corraleras. Hace 38 años, Mariano y su señora, Juanita, comenzaron con el cuento juntos, pero antes, mucho antes, Mariano ya estaba rodeado de cueros.
Aprendió con su padre, pero su espíritu aventurero lo llevó a dejar el alero de su progenitor y lanzarse junto a su esposa. Pero no sólo eso. La gran apuesta de Lastra fue diseñar sus propias botas. En los rodeos no despegaba la vista del piso para mirar los pies de los corraleros. Preguntando y pidiendo consejos llegó a tener su propio modelo, el que hoy caracteriza a esta familia.
"Nunca pensamos que íbamos a ser tan famosos", dice la señora Juanita. Y es tanta la fama que muchas veces han tenido que interrumpir el sueño para atender clientes. Sí, porque todos saben la dirección de su hogar–taller en la calle Valentín Letelier, en Linares, y cada vez que están necesitados de zapatos de huasos o botas corraleras, llaman y tocan el timbre.
"Pasan a cualquier hora, como saben donde estamos nos llaman cuando están afuera y hemos atendido gente a la medianoche y a las tres de la mañana. Pero no nos quejamos. Vivimos de esto y es lo que nos permitió educar a nuestro hijo, que es ingeniero comercial", narra.
Pero el otro hijo, Cristián, terminó el colegio y tomó la posta del oficio de sus padres. "Me interesé desde chico, porque nací con los cueros debajo del hombro", dice el continuador de la dinastía, de 32 años.
A los 20 años, empezó a aprender los primeros trucos. Aunque después de unas temporadas junto a Mariano, ya no necesitó de más consejos.
"Era lógico que se interesara, porque se crió en el taller. Es muy responsable, trabaja bonito y ojalá nunca se aburra, porque cuesta encontrar jóvenes que quieran seguir con lo de nosotros, porque es un trabajo muy rudo y las manos quedan bien feas", explica su madre.
Cristián no se arrepiente de su decisión. "Estoy todo el día en esto y me encanta. Nunca he pensado dedicarme a otra cosa. Además, me entretiene, porque los fines de semana vamos a rodeos, lo que nos permite salir de lo común y conocer mucha gente y ciudades", afirma Cristián.
Sabe de la fama y reconocimiento que tiene su padre. Pero no le da miedo. "No siento presión. Tengo fe en lo que hago, aunque sólo me dedico a los zapatos de huasos; en las botas corraleras no me meto, ahí siguen mis papás".
Su mamá continúa: "Hace solo los zapatos. Mariano es el que dirige el negocio y capta a los clientes, pero va integrando a Cristián, porque al final él va a seguir".
Y el continuador del trabajo tiene ideas claras.
"Trabajamos a pedido y atendemos clientes de todo Chile, por lo que me gustaría industrializar esto un poquito, pero no tanto eso sí, para que no se pierda la artesanía".
GUSTAVO MUÑOZ
Un heredero para Santana
En 1905 empezaron las espuelas Santana. De la mano de Ramón, de quien dicen que era el mejor artesano de la historia en esto. Había que mantener la tradición dentro de la familia, así es que le enseñó a su hijo Mario, quien, a su vez, hizo lo propio con su retoño homónimo.
"En mi familia, los duros de cabeza para el colegio aprendían a hacer espuelas", dice Mario Santana hijo, el creador de las espuelas más reconocidas de Chile, quien empezó a los ocho años, mientras no deja de trabajar en su taller ubicado en la calle El Guanaco.
Pero surgió un problema. Mario Santana no tuvo hijos hombres. Sólo dos mujeres. Se quedaba sin seguidor.
Hasta que, hace unos tres meses, su yerno Gustavo Muñoz, de 26 años, se decidió. "No es al primero al que enseño. Lo he hecho con muchos, pero se aburren o deciden empezar su propio negocio", cuenta.
Su técnica es "embolinarles la perdiz" y de a poco ir instruyendo al discípulo en las técnicas.
Es lo que hace con Gustavo. "Me interesé en esto viendo trabajar a don Mario. Lo que más me gusta es tratar el material", dice el aprendiz.
Pero el camino no es muy fácil. "Es re complicado enseñar. Hay muchas mañas y secretos. Lo elegí a él, porque creo que va a funcionar. Está interesado y pienso que aprenderá de buena manera. Ojalá que no me deje botado", agrega Mario. Su yerno lo interrumpe de inmediato: "No pues, yo voy a seguir". Y sigue el maestro: "No creo que esto se acabe pronto. Además, a mí me queda un par de años y supongo que llegarán nietos".
Santana mira una pizarra blanca. Es como un calendario y en cada día hay anotado un corralero: Ricardo Walker, Alberto Mohr y Francisco Navarro, entre muchos, figuran en la lista. "Este tiempo es impresionante, tenemos muchos pedidos", dice Mario.
Mientras Gustavo acota: "Él me ha dicho que son tres o cuatro años para aprender, así es que me queda mucho".
Es que no es llegar y hacer espuelas. "Nos demoramos una semana en sacar un par, a veces menos. Son muy personalizadas, con todos los detalles que piden los clientes. Al final, las que cuestan 120 mil pesos cumplen el mismo objetivo de las que valen $500 mil; las diferencias están en cosas muy chicas. La gracia es que yo tengo caballos y corro, entonces sé lo que se busca. El huaso tiene que andar cómodo".
Gustavo sólo mira. Es un hombre de pocas palabras y sabe que todavía tiene mucho por recorrer y, lo más difícil, llevar sobre sus hombros el apellido Santana, asociado hace más de cien años a este arte. "No sólo lo tiene que hacer bien, sino que además debe conservar los clientes que tengo", aclara Mario. "Sí sé", asiente Gustavo.
BERNARDO ÁBRIGO
Con los sombreros en la sangre
Cuando se habla de chupallas y de sombreros de huaso, el apellido Ábrigo es el primero que se le viene a la cabeza a la mayoría de los corraleros. Y Jorge Ábrigo lo sabe. Quizás por lo mismo es que desde que nació su hijo Bernardo pensó en continuar la tradición que comenzó su padre Manuel, en 1928, en una antigua casona en la calle Ignacio Carrera Pinto, en Rancagua.
El problema era que la mamá de Bernardo quería que éste dejara las hormas, los planchados y las copas y se decidiera por los libros. Pero él nació entre sombreros. Por eso tras terminar la enseñanza media, optó por probar un año con el oficio del padre. Quería ver cómo andaba y si le gustaba. Si no resultaba, el estudio sería su camino.
"Pensé en una carrera universitaria, pero la artesanía me encantó. Es algo que uno lleva dentro. Haces un producto que sólo tú puedes fabricar, que es de gran calidad, que no es industrializado. En el fondo es una pieza de arte. Y eso es lo que más me motivó a seguir. Mi mamá me trató de convencer, pero le ganaron los sombreros", dice Bernardo, de 34 años.
Con el tiempo, comenzó a conocer a los clientes, relacionándose con grandes personajes del rodeo.
"Yo sé que es el viejo el que la lleva, pero he tenido la suerte de disfrutar del reconocimiento de quienes le compran a él. Al final, uno termina siendo casi amigo de ellos, lo que me gustó mucho. Además, he tenido la suerte de viajar por todo Chile", explica.
Aclara que él y su padre trabajan de manera totalmente distinta. "Siempre me dice que cuando yo empecé, elegí las hormas que usaba mi abuelo. Y a mi papá no le gustan. Aparte, yo hice modelos diferentes, como el indiano, el galés, y él estaba embotellado en el de huaso. Y las copas tampoco son las mismas".
En lo que son iguales es en la calidad.
"Un sombrero confeccionado por nosotros es reconocido, se nota. Sobre todo por los valores, no cualquiera puede trabajar una pieza que vale $110 mil. Lo que ideamos lo proyectamos en un paño o en una chupalla y se transforma en una pieza única, porque son realizados específicamente para cada persona", cuenta.
Y se cree el cuento.
"Me siento parte de las tradiciones y juego un rol importante. Ver cómo nuestros productos recorren Chile y muchas veces el mundo es un privilegio que no tiene cualquiera".
Ábrigo no quiere que esto muera.
'Esto se lleva en la sangre y no me gustaría que se acabara conmigo, porque es de familia. Por algo cuando planché mi primer sombrero mi papá me dijo que lo hacía igual a mi abuelo. Hasta el momento no hay más descendencia, pero ya llegará".
En su casa reconoce tener unos diez modelos. Pero no se los va turnando en los rodeos. Es más, tiene un regalón que no se lo saca. "Es un modelo hecho por mí y para mí: tiene una horma argentina, un ala tipo arriero y un cordón de un indiana".
Bernardo piensa un segundo. Sabe que ha tenido que dejar muchas cosas de lado, porque los rodeos le quitan gran parte de sus fines de semana –"pero en la temporada de invierno me desquito".
Sigue pensando.
Se devuelve en el tiempo y asegura que no podría haber escogido otro camino. Y que ahora tampoco lo haría.
"No me cierro a nada, pero no soy para estar en una oficina encerrado".
Pero la sangre lo tira más. "Es un orgullo llevar la tradición de la familia. Además, ¿me creerías si te digo que, por las vueltas de la vida, volvimos al mismo local en el que el abuelo empezó todo en Ignacio Carrera Pinto? Por algo es".
Juan Pablo Salgado S.
Etiquetas: aperos huaso, espuelas, estribo, Huaso chileno, indumentaria huaso, sombrero
5 comentarios:
Woww!! Está muy completa toda la información!!
Felicitaciones!
Me sirvió mucho para un trabajo!!
Cuidense
Adiós.
MUCHAS GRACIAS POR SUBIR ESTE REPORTAJE, ES PARA MI UN HONOR QUE ALGUIEN PIENSE EN NUESTRAS TRADICIONES,ORIGENES Y SOBRETODO EN NUESTRA CULTURA.
SI REQUIEREN MAS INFORMACION DIRIGIRSE:www.sombrererialavictoria.cl.
DE ANTEMANO MUCHAS GRACIAS SE DE`SPIDE BERNARDO ABRIGO HUPAT CON LOS SOMBREROS EN LA SANGRE.
Parabens aos irmãos chilenos, por sua incansável obstinação, em melhorar a raça criolla. O cavalo criollo une a américa, e fortifica a amizade entre os povos.
Hugo Luciano Silva
Rio Grande do Sul
Brasil
Parabens aos irmãos chilenos, por sua incansável obstinação, em melhorar a raça criolla. O cavalo criollo une a américa, e fortifica a amizade entre os povos.
Hugo Luciano Silva
Rio Grande do Sul
Brasil
Ojala para estas Fiestas Patrias lleven la chicha para el presidente en una chuica encestada en mimbre y no en plástico como el año pasado.¡Viva Chile1
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