sábado, 21 de noviembre de 2009

EL MERCURIO
V/D
sábado 21 de noviembre de 2009

El corazón de Apalta



El adobe y las tejas con que fue concebida la construcción de 1890 se conservaron en todas las intervenciones

Las piletas son de piedra y fueron mandadas a hacer a Pelequén.

Este puente se incorporó junto con el paisajismo. Su diseño buscó no competir con los dos que ya existían en el terreno.

En el living conviven piezas antiguas, como el cuadro colonial, con otras modernas, como los sillones y la mesa de centro de Carlos Vergara.

Ahí, donde nació esta afamada zona viñatera del Valle de Colchagua, se ubica esta casona que perteneció a la antigua Viña Apalta. Hoy acoge a una familia que no dudó en rescatar el conjunto, devolviéndole su esplendor.

Texto, Claudia Pérez F.
Producción, Paula Fernández



La construcción de una laguna les permite tener agua en forma permanente.

Por este corredor se accede a las habitaciones. Ahí se suele decorar con rosas cortadas del jardín.

La historia comenzó hace unos treinta años. Entonces, al dueño de esta casa -quien buscaba un lugar para pasar el tiempo libre junto a su familia, sobre todo en verano- le dieron el dato de una centenaria propiedad de adobe, corredores, patios y tejas en una zona cercana a Santa Cruz, en el Valle de Colchagua; una casa que estaba abandonada y que formaba parte de la antigua Viña Apalta.

La compró. No le importó el estado en que estaba la construcción de 1890, pues el lugar era justo lo que quería y el entorno perfecto: un sitio rodeado de cerros cubierto por las antiguas parras de una zona viñatera por excelencia. Así, se embarcó en la restauración de la casa, proyecto que en primera instancia buscó habilitar los espacios esenciales para la vida de la familia, compuesta por el matrimonio y tres jóvenes hijas.

El arquitecto Exequiel Fontecilla, especialista en construcciones de adobe y casas de campo, fue el encargado de ejecutar los trabajos, que consistieron en "redistribuir habitaciones y hacerlas más funcionales", cuenta una de las hermanas. El extenso parque que rodea la propiedad también fue intervenido, aunque sólo lo justo y necesario, "más que nada "desmalezado", explica. Una vez listo, el conjunto comenzó a recibir al grupo familiar que solía aumentar con la presencia de amigos y vecinos de los campos cercanos.

La chimenea del comedor fue diseñada por Exequiel Fontecilla.
Sobre la mesa de juego, una lámpara de bronce y cristal que la familia ha conservado por años.


En el estar además de bajar el techo se eliminaron un par de arcos
En el terreno había muchas coníferas, a las que se sumaron otros árboles como naranjos y crespones.

Estar, zona de juegos y fogón son los sectores que forman el living.

Casi todas las puertas son originales; las nuevas se patinaron durante la segunda remodelación que se efectuó en la casa.

Los veranos eran la época en que la propiedad -rodeada por los viñedos cuyos frutos comenzaron a ser comercializados por los dueños de casa- recibía más visitas. Se disfrutaba de caminatas, de paseos a caballo y de la piscina, un elemento que se hacía imprescindible por el calor que reina en esta zona. Hacer mermeladas era otro de los pasatiempos veraniegos, en tanto en invierno, lo más común eran los encuentros en torno al fogón de fierro que Fontecilla instaló en un sector del estar.

En este sector las decoradoras ubicaron un mueble de Enrique Concha

Este sector corresponde a una "biblioteca de vino", donde se almacenan botellas de distintas cosechas

Desde el dormitorio principal se accede a una terraza que es muy usada por los dueños de casa.

Interior de la antigua bodega, donde se crearon distintas zonas para degustar el vino de Viña Neyen

Con el paso del tiempo éste fue reemplazado por un sistema de calefacción más moderno permitiendo que en invierno "se pudieran usar otros sectores de la casa". No fue lo único que cambió; una vez que los amigos juveniles dieron paso a maridos y nietos, la casona sufrió una nueva remodelación que, diez años atrás, buscó adaptarla a las nuevas necesidades.

Entonces las modificaciones fueron más a fondo. Se ampliaron recintos como el dormitorio principal que, además de espacio interior ganó una terraza; se agregaron más habitaciones y baños en torno a un patio interior donde antes había bodegas. Asimismo, se trabajaron las áreas comunes, donde se efectuaron cambios de carácter estético. En el living, por ejemplo, se bajaron los techos y se instalaron vigas a la vista "para hacerlo más calido".

Esta vez el encargado de los trabajos fue uno de los yernos de los dueños de casa quien es arquitecto. De la decoración, en tanto, se preocupó la decoradora Cecilia Rojas y su socia Jesús Ruiz Tagle. Ambas buscaron acentuar las notas campestres de los espacios mediante muebles de materiales nobles, la mayoría mandados a hacer. "La idea fue armar algo bonito, pero funcional, práctico y cómodo", resume Cecilia.

Fueron ellas quienes, un tiempo después, también asumieron la ambientación del corazón de la antigua viña: la bodega, que tras años de abandono fue incorporada a la propiedad una vez que los dueños de ésta decidieron producir sus propios vinos y crear Viña Neyen. Entonces, las hectáreas de parras pasaron de 50 a 145, extendiendo su colorido hasta las faldas de los cerros. Es el paisaje que rodea la casona, un verde manto que se mezcla con los colores de las flores que inundan el parque circundante que fue tomando forma con los años, sobre todo tras los últimos arreglos del inmueble.

Fue el mismo arquitecto que se ocupó de la más reciente remodelación quien diseñó y ordenó gran parte del jardín; un fresco ambiente donde sobresalen piletas que relajan con su sonido; puentes de ladrillo -uno de fines del siglo XIX- que atraviesan un cauce de agua; y extensos manchones de rosas, las especies favoritas de la dueña de casa que se funden con añosas palmas, eucaliptus, -que perfuman el ambiente- y pinos, todos testigos de la nueva vida de esta casona fundadora de Apalta.


Texto, Claudia Pérez F.

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