AGUSTÍN ROSS Y PICHILEMU
Fue en San Fernando, en la oficina de don Pedro Parga, en septiembre de 1885, cuando se inscribía la escritura de la negociación notarial, que hacía dueño a don Agustín Ross Edwards, en Pichilemu, de la propiedad del menor Francisco Esteban Torrealba Maturana y cuyos deslindes eran "al S con propiedad de los Vargas, al O con terreno de un señor Gaete, al N y P con la orilla del mar".
Cuanto antes llegó el señor Ross para empezar a convertir en realidad, en la desolada costa colchagüina, el mágico sueño de crear un balneario. Parte de su inmensa fortuna y su carácter indomable serían factores que lo posibilitarían.
Antes de que el señor Ross terminara su establecimiento hotelero, llegó a Pichilemu, en marzo de 1890, don Evaristo Merino Canales de la Cerda, de distinguida familia curicana, quedando como administrador general; siendo un profesional de una capacidad de trabajo asombrosa.
Una de las satisfacciones mayores del señor Ross fue la de dotar a Pichilemu de baños tibios. Tanto es así que, casi al mismo tiempo que presentaba la serie de chalets, que eran ocupados por familias veraneantes, abría las puertas del inmueble que conteníalos, siendo cómodos, soberbios, tenidos a la europea.
El Casino, el primero en Chile, es otro de los adelantos formidables, cuya construcción comprendiera desde 1906 hasta 1909, inclusive. Apenas terminado, un departamento quedó para Correos y Telégrafos, instalándose también almacén y tienda. En otro piso y bajo la luz del gas acetileno, prolongábase la noche, teniendo a la ruleta y barajas por entretenciones.
En el Parque, cerca de un centenar de palmeras fénix, acompañado de mantos de flores finas y exóticas, presenta un encanto. Quioscos, escaños y otros adornos, lo hacían grato para solaz de tantísimos turistas.
Hay que destacar los planteles de pinos y eucaliptus, ya que el señor Ross el iniciador en esta zona del vasto plan arbóreo, trayendo semillas que cubrieron innumerables hectáreas en las cercanías de la larga playa, extendiendo esta acción a Cáhuil, en cuyas proximidades adquiriera "Millaco", predio plantado casi en su totalidad, presentando tupidos bosques que dan desde sus lomajes una vista inigualable en el hoy interesante balneario lacustre.
Muchos adelantos pertenecen como primicias locales al señor Ross: gasómetros, alcantarillado, estanques, lavandería, gallineras, caballerizas, ya que mucha gente venía en carruajes de posta, trayendo cabalgaduras para excursiones y carreras. Tenía herrería, peluquería, botica, pastelería, panadería, etc. También arregló una cancha para los entusiastas del tenis.
Todo fue muy bien concluido, ya que gran parte del material fue traído del exterior; la tejuela del Casino llegó de Italia; el pino oregón, de EE.UU.; el cemento en barriles de 180 kilos, de Portland, la isla meridional de Inglaterra. No se medía en gastos con tal que todo quedara sobresaliente. "El señor don Agustín Ross derrocha el dinero en Pichilemu, que dentro de poco será un puerto completo, como es hoy un balneario de primer orden, el Biarritz chileno", expresábase un cronista de la época.
Desde que el señor Ross acometiera los trabajos conocidos, Pichilemu se transformaba en una comuna, cuyo territorio comprendía las actuales comunas de Pichilemu, Marchigüe y parte de la de Peralillo. Creada el 22 de diciembre de 1891, sólo el 6 de mayo de 1894 constituyó su primer municipio, entre cuyos regidores se contaba don José María Caro Martínez, siendo éste, en aquella primera sesión, electo como su primer Alcalde.
El ferrocarril que ese mismo año llegaba a Alcones, sufrió desde ahí un enorme atraso por la construcción de tres túneles. Sólo el del "Árbol" ocupó más de un lustro su ejecución. Y cuando la locomotora a carbón, por fin entraba a Pichilemu - el 5 de enero de 1926 - con la alegría de banderas, petardos y pitazos -ya el señor Ross había dado término a su colosal obra.
Lo más encopetado del mundo santiaguino dióse cita en Pichilemu copando los aposentos del Hotel del señor Ross. Los diarios capitalinos traían páginas completas con propaganda y detalles del nuevo balneario, destacándose "El Mercurio" en una campaña de proporciones. Extensas listas de familias aristocráticas, veraneando en estas playas, aparecían en la vida social de los matutinos de Santiago.
En aquella época de oro de este lugar de descanso de fines del pasado siglo y de comienzos del presente, sobre todo cuando su padre ejerciera por once años consecutivos el cargo de primera autoridad comunal, solía verse por Pichilemu al presbítero don José María Caro Rodríguez, a la sazón profesor de teología del Seminario Conciliar Metropolitano, pasando sus vacaciones estivales en la vecina Quebrada de Nuevo Reino, donde sus padres levantaron su residencia a su éxodo de San Antonio de Petrel, punto natal de todos los Caro Rodríguez. Más tarde prestaba servicios episcopales en el improvisado oratorio del bodegón portuario desocupado después de la Revolución del 91 al ser incendiado su muelle.
Capítulo aparte merece el señor Merino por su participación directa en el progreso referido. Apenas asumiera la administración de toda la obra proyectada, contribuyó a que el antiguo campo cepíllento, cubierto de dunas, fuera hermoseado por los adelantos que transformáronlo completamente. Su competencia permitió que el genial empresario diera cima a todas sus aspiraciones.
Don Agustín Ross Edwards, de extraordinario temple, logró salir avante en su vastísimo plan de trabajo, que recuerda parte de esa vida que se extinguió a los 82 años de edad, en su mansión viñamarina, el 20 de octubre de 1926. Luego, su sucesión donó a Pichilemu bosques, parques, terrazas, escalinatas, con la condición de que todo fuera atendido dignamente. Y Pichilemu - joya engastada en la Vieja Colchagua - enclavado frente a un mar rugiente que entona la canción desesperada en su embate sobre el negruzco peñascal que lo adorna, entrégase a la evocación del hombre de acrisoladas virtudes, con el fervor agradecido de los que reconocen en él a un auténtico pionero del turismo nacional.
En aquella época de oro de este lugar de descanso de fines del pasado siglo y de comienzos del presente, sobre todo cuando su padre ejerciera por once años consecutivos el cargo de primera autoridad comunal, solía verse por Pichilemu al presbítero don José María Caro Rodríguez, a la sazón profesor de teología del Seminario Conciliar Metropolitano, pasando sus vacaciones estivales en la vecina Quebrada de Nuevo Reino, donde sus padres levantaron su residencia a su éxodo de San Antonio de Petrel, punto natal de todos los Caro Rodríguez. Más tarde prestaba servicios episcopales en el improvisado oratorio del bodegón portuario desocupado después de la Revolución del 91 al ser incendiado su muelle.
Capítulo aparte merece el señor Merino por su participación directa en el progreso referido. Apenas asumiera la administración de toda la obra proyectada, contribuyó a que el antiguo campo cepíllento, cubierto de dunas, fuera hermoseado por los adelantos que transformáronlo completamente. Su competencia permitió que el genial empresario diera cima a todas sus aspiraciones.
Don Agustín Ross Edwards, de extraordinario temple, logró salir avante en su vastísimo plan de trabajo, que recuerda parte de esa vida que se extinguió a los 82 años de edad, en su mansión viñamarina, el 20 de octubre de 1926. Luego, su sucesión donó a Pichilemu bosques, parques, terrazas, escalinatas, con la condición de que todo fuera atendido dignamente. Y Pichilemu - joya engastada en la Vieja Colchagua - enclavado frente a un mar rugiente que entona la canción desesperada en su embate sobre el negruzco peñascal que lo adorna, entrégase a la evocación del hombre de acrisoladas virtudes, con el fervor agradecido de los que reconocen en él a un auténtico pionero del turismo nacional.
EL BALNEARIO DE PICHILEMU
Publicado en la revista EN VIAJE hace más de 70 años.
El BALNEARIO de Pichilemu, situado en la provincia de Colchagua, a 268 kilómetros de la capital de la República, con servicios de trenes directos, sin trasbordos, ofrece a los veraneantes que llegan hasta sus playas, hermosos días de descanso, panoramas espléndidos, agradables paseos y, sobre todo, un clima delicioso.
El trayecto en tren, desde San Fernando, cabecera del ramal que lleva a Pichilemu, es imponente; zonas de de inmensa producción vinícola; hermosos sembrados; etc. Más al poniente, desde Alcones hacia Pichilemu, tiene panoramas magníficos; grandas quebradas, fértiles valles; obras de ingeniería grandiosas y entre ellas el famoso túnel de "El Árbol”, que hasta hace poco era uno de los más largos de Sud América.
Ya en Pichilemu, el viajero encontrará un pueblo pintoresco, aseado y atrayente, de hermosas calles y amplias avenidas, que desde un principio conquistan al viajero.
Y, sobre todo, su grande y limpia playa que invita a los paseos.
Como pueblo de recursos, Pichilemu ofrece a los veraneantes comodidades y servicios de que carecen otros balnearios. Posee luz eléctrica, servicios de correos y telégrafos bien atendidos. Cuenta también con servicio médico propio, boticas tiendas, etc.
Sin duda, el punto principal y que más interesa al veraneante es el de los hoteles. En esta materia, Pichilemu cuenta con buenos hoteles de todas categorías. En primer lugar, debemos mencionar el Hotel Ross, que cuenta con todas las comodidades deseables y además está situado en la mejor parte del balneario, con espléndida vista al mar, con bosques propios para agradables excursiones, etc. Tenemos después, fuera de muchos otros, el Hotel San Fernando, situado en pleno centro, en la Avenida Ortúzar y que también cuenta con muchas comodidades y espléndida cocina.
Los baños tibios que posee el balneario son los más conocidos, los más lujosos y los más baratos que hay actualmente en el país. Tiene además secciones de baños de lluvias espléndidamente instalados.
En la época de verano, la Municipalidad de Pichilemu contrata bandas de músicos que amenizan las horas del baño en la playa y toca retretas en la Avenida Ortúzar, tocatas que son aprovechadas por la juventud para entregase a las delicias del baile.
Fuera de los atractivos antes enumerados, queda el gusto relacionado con los paseos y excursiones que se pueden hacer a parajes cercanos a la localidad.
Entre los principales, debemos mencionar el paseo a Cáhuil, lugar cercano a Pichilemu, donde hay hoteles y restaurants que atienden a los paseantes; en este lugar se encuentran situadas las famosas Salinas que en la época del verano están en plena producción de sal, lo que agrega un motivo más de interés para la curiosidad del viajero, ya que puede conocer el proceso de elaboración natural de la sal. En Cáhuil hay abundancia de mariscos y pescados, especialmente choros.
La Laguna de Cáhuil, que tiene una extensión aproximada de diez kilómetros de longitud, ofrece a los veraneantes otro atractivo, y es el de la caza. En botes y lanchas que están a disposición de los excursionistas, se pueden hacer paseos y aprovechar de cazar numerosas aves, tales como patos, cisnes, flamencos, etc.
Tiene también otro sitio más de atracción el veraneante de Pichilemu: “El Infiernillo". En este lugar, muy cerca del balneario, se instalan pintorescas ramadas con un espléndido servicio de restaurant, donde generalmente se van a hacer "once", con abundante marisco y pescado.
Fuera de estos parajes que hemos indicado, hay otros tales como: “Piedra de los Lobos", hermosas rocas de imponente aspecto; "Los Pinos"; "Los Sauces”; “Chorrillos”, etc., lugares todos cercanos a Pichilemu y muy visitados por los veraneantes.
Después de lo descrito, ya no hay lugar a vacilaciones ni dudas sobre el punto que habrá de elegirse para el próximo veraneo, tanto más cuanto se sabe del clima de Pichilemu está conceptuado como uno de los mejores de los balnearios de Chile, y donde se podrá pasar días deliciosos y sin grandes compromisos ni gastos.
E. S. J.
Revista En Viaje. Enero de 1935 Nº.15.
CIRUELOS, PUEBLO CON HISTORIA
JOSÉ ARRAÑO ACEVEDO
JOSÉ ARRAÑO ACEVEDO
En pleno siglo decimonono, Ciruelos adquirió su total importancia por cuanto fue el principal punto comarcano de entre los que se levantaron por impulso propio al sur de la vieja Colchagua. Sus límites son los lomajes que lo acunan, entregándole un encanto especial, pues tiene mucho de los villorrios asentados en cualquier rincón provinciano. Tierra generosa, en que se creía en Dios a pie juntillas, haciendo florecer innúmeras vocaciones para el servicio del altar y se procuraba estar al día en el cumplimiento del deber cristiano.
Su escuelita, dos o tres veces trasladada de lugar, en su larga trayectoria, en una de las cuales cursara estudios primarios el primer cardenal chileno, sigue dando la cultura con maestros que sostienen el diálogo de la fraternidad en un coro de niños como en toda escuela rural. Cáhuil, Larraín Alcalde, Alto de Ramírez, Lo Gallardo, Panul, La Villa, La Viñuela, Espinillo, Rodeíllo, Quebrada de Nuevo Reino, son los nombres de sus vecindades, que podrían formar el largo poema de la apacible geografía lugareña.
La flora con variadas representantes adorna las casitas blanqueadas a la cal, alegrando los ojos y aromando el ambiente con jardines primorosos y multicolores.
Se divisan unos predios hermoseados por los trigales prometedores, al igual que los paños de tierra negra, perforados por el arado, en barbecho para la próxima temporada de siembras.
En todo tiempo, los ciruelinos ceban el mate de la amistad y del parentesco, recordando lo mejor del pasado. No hay pueblo que aprecie mejor que éste la colación que se allega y en que todo parece alegrarse con la grata compañía.
En uno de sus flancos esta Copao donde una industria locera cultiva cacharros, ollones, floreros, muy requerido por la clientela veraneante.
Las carretas llegan repletas, en días de recolección, con una cosecha abundante como también pasan a la próxima estación las acémilas cabizbajas con productos de la zona, levantando el polvo del más centenario camino, tortuoso y semiabandonado.
Su mayor mérito —el que le ha dado nombradía— es conservar en sus amarillentos libros parroquiales la partida bautismal del hijo predilecto, José María Caro Rodríguez. En efecto, a los pocos días de nacer, el 23 de junio de 1866, en la hacienda San Antonio de Petrel, de los Ortúzar Cuevas, don Pedro Pascual Caro Gaete, bautizador lugareño, derramó sobre la frente de su nieto mayor el líquido que lo limpiaba de la mancha original, poco antes de que el párroco ciruelino, don Pedro Aguilera Núñez, lo oleara y crismara en la capilla del citado predio sanantonino, bastando su registro en dichos archivos para que Ciruelos quedara para siempre como lugar interesante en el turismo colchagüino.
El progreso que don Agustín Ross Edwards imprimiera en la costa pichilemina con la creación de su balneario de ensueño, hizo decaer un tanto —no hay que negarlo— al pueblecito de marras. Pero éste tiene asegurada su permanencia en el alma zonal por conservar en su historial la vivencia cardenalicia que con los años adquirirá mayor consistencia.
3 comentarios:
INTERESANTE......LO EH LEIDO VARIAS VECES SOY UN RANCAGUINO QUE ESTA ACA EN PICHILEMU HACE 8 AÑOS Y ME EH DEDICADO A LA ARTESANIA....GRACIAS A DIOS ME A IDO MUY BIEN Y AHORA ME DEDICO MUCHO A LO QUE ES LA IMPRESION TANTO DE TAZONES PLATILLOS POLERAS GORROS FOTOGRAFIAS CHAPITAS....Y POR LO TANTO ME INTEREZA LA HISTORIA DE DON AGUSTIN PARA DARLA A CONOCER A LOS TURISTAS TANTO EXTRANJEROS COMO CHILENOS......A FUTURO ME GUSTARIA TENER UN CENTRO CULTURAL...DE LA ZONA Y SU HISTORIA.
Estos artículos fueron escritos por don José Arraño Acevedo, escritor e historiador, tiene un programa en la radio Entre Olas que divulga la historia de Pichilemu, seguramente sabes de él porque es muy conocido, si no lo haz hecho podrías acercarte a él o a su hijo José Luis Arraño Lizana.
Sería muy interesante que pudieras concretar tu proyecto de crear un centro cultural de la zona.
Me alegra que te vaya tan bien con tu artesanía.
Atentamente
melisa
Felicitaciones Melisa, das a conocer la historia de este hermoso lugar de nuestro Chile...Pichilemu, para mi es un encanto natural, estoy enamorado de estas tierras desde niño....
Personas como tù, con identidad regional, hacen falta en esta sociedad.
Julio Watanabe
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