¿Fin de las históricas casas patronales chilenas?
REPORTAJE Valioso patrimonio arquitectónico en peligro terminal:
Las antiguas casonas del valle central se levantaron -desde tiempos de la Colonia- acumulando una sabiduría ancestral. Sus espacios y arquitectura constituyen un producto singular y único de nuestra historia e identidad. Por generaciones, distintas familias las han preservado, con enorme sacrificio y cariño. Luego del terremoto, hoy sus dueños luchan -en algunos casos, entre ruinas- para que este patrimonio no se extinga.
CECILIA VALDÉS URRUTIA
Casas de Peralillo: "Hay que salvarlas"
Peralillo. En 1880 se levantó esta casa en forma de H, con salones, oratorio, amplios corredores y un parque, donde se tejieron varios capítulos de nuestra historia.
"Don Javier Errázuriz Echaurren -bisabuelo de los actuales propietarios- fue quien realmente formó esta Hacienda Peralillo. Él cercó sus potreros, plantó alamedas y bosques, instauró la crianza de animales y la lechería. En 1880 levantó la gran casa, proyectada en forma de H, con amplios corredores y pilares, y techo de tejas, a la que añadió un maravilloso parque con plátanos orientales", cuenta Yolanda Correa, casada con uno de los dueños.
La casona está hoy en manos de los hermanos Errázuriz García Huidobro. Todos se encontraban allí para el 27-F: el hermano sacerdote y Pilar Errázuriz con su familia. Yolanda, su marido, Francisco, y sus tres hijos adolescentes vivían, desde hace años, en estas casas. "Francisco llegó en 1978, ante la muerte de su padre. Decidió venir a hacerse cargo del campo para poder lograr salvaguardar la Hacienda Peralillo, la que iba directo a una venta debido a las circunstancias familiares y a la crisis agraria, relata Yolanda Correa (profesora de la PUC).
Estragos que sobrecogen No tienen fondos para la reconstrucción.
"Cuando llegué a Peralillo supe que iba a ser una administradora de este conjunto -confiesa-. Tenía clarísimo que debía cuidar este patrimonio y dejárselo intacto, sin divisiones, a las generaciones venideras". Hasta el terremoto, la casa con sus salones, 13 habitaciones y el oratorio, funcionaba, como pocas, con todas las áreas intactas. Pero el sismo los obligó a dejarla. "Se desplomó el salón comedor. Un ala está totalmente inhabilitada. El resto quedó parado, pero imposible de habitar. Se podría restaurar a un valor altísimo, lo que no tenemos. Lo que se cayó se sacó con retroexcavadora y lo que está en pie fue apuntalado, y protegimos el techo con plástico", relata.
Ha seguido temblando y la casa permanece con vigilantes. "Tenemos la idea de volver lo más pronto posible y en cualquier condición -nos asegura con firmeza-. Vivimos aquí más de un mes, después del terremoto, sin ningún servicio básico... Ha sido algo de un enorme sufrimiento para todos nosotros, pero de grandes lecciones...".
¿Y qué proyecto barajan? "La sucesión debe decidir: estamos en eso. Mi familia quiere recuperarlo con toda la fuerza. Hay un amor muy profundo por el significado de todo esto que va mucho más allá de lo material. ¡Es un patrimonio de todo Chile que hay que salvar!".
YolandaCorrea
Calleuque, un eje cultural de la zona
Elías Valdés lleva décadas -junto a un maestro especial que tiene sólo para ello- restaurando distintas partes de las casas del complejo arquitectónico de Calleuque. Este impactante conjunto (con decenas de dormitorios y salones, iglesia y hasta un teatro, todos unidos por una sola fachada) perteneció -al igual que Peralillo- a la estancia de la Compañía de Jesús, San Felipe de Colchagua. A fines del siglo XIX, don Miguel Echenique lo compró. Desde entonces, permanece en manos de sus descendientes, hoy los hermanos Valdés Urrutia.
El abuelo de ellos, el primer Elías Valdés, "fue un hombre de cultura sobresaliente y de realizaciones progresistas" -destacan los historiadores en el libro "Casas de campo chilenas". Fue fundador de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. En 1915 organizó la primera caja rural y cooperativa de Chile y el primer sindicato agrícola. Poetas, escritores, artistas y eclesiásticos acudían allí. En la primera mitad del siglo XX esta casa es destacada "como un eje de reuniones sociales y culturales, que revelan las refinadas formas de vida que tenía un sector de la sociedad agraria", reseñan los investigadores.
Elías Valdés Echenique se hizo cargo de Calleuque en 1930. Actualmente sus hijos trabajan el campo y Elías tercero (ya con nietos) habita y cuida la enorme la casa. Cuenta que una de las razones por la que no fue drásticamente devastada es porque siempre se mantuvo como era. "No se modificó nada: están las mismas puertas, ventanas, nadie abrió un espacio demás. No obstante, el escritorio es lo único que quedó totalmente usable. Porque el complejo arquitectónico -de 4.800 metros cuadrados- sufrió algunos daños. Tuve que arreglar dormitorios, baños, salones..."
El ala norte fue la más perjudicada, con la iglesia, teatro, salón y biblioteca. Se cayó la fachada y la torre de la iglesia toscana, pero el interior de la capilla no sufrió daños estructurales. Los muros y los techos están bien. "Lo más crítico es un ala de la iglesia, contigua al teatro y a un salón de plantas. Algunos opinan que hay que demolerla. Fue un injerto de 1900 que hicieron de ladrillo". Para la iglesia, piensa recurrir a la ley de patrimonio: barajan restaurarla al mismo estilo toscano del siglo XVIII. El hermoso teatro de adobe (que tuvo una función horas antes del 27-F) sufrió menos. Hará lo imposible por reconstruirlo, afirma Elías Valdés, a sus casi 70 años, quien volvió hace pocos días a habitar esos entrañables e históricos espacios familiares.
Cunaco: hitos de la arquitectura rural
Es uno de los conjuntos privados más famosos de Colchagua. Integrado por una parte colonial y por otra gran casa estilo europeo, que fue encargada por Carlos Valdés, en 1875, al arquitecto italiano Provasoli, el mismo autor de la incendiada iglesia "Las hermanas de la Providencia". Se reúnen allí todas las etapas de la arquitectura rural chilena: desde la sobria casa colonial hasta la casona victoriana del siglo XX, que se prolonga en la imponente avenida de palmas chilenas y las lagunas del parque.
Hasta el 27-F, el conjunto estaba dividido en dos sectores: uno pertenecía al empresario Manuel Valdés Valdés, integrado por la casa fundacional y el patio que se construyó hacia 1840. El otro sector pertenece a los hijos de Mariano Valdés y Blanca Valdés, que corresponde a lo hecho por Provasoli. Este último conjunto sufrió estragos en sus salones, en la galería vidriada y en los comedores decorados con pinturas murales (como una de estilo pompeyano pintado por artistas italianos anónimos), entre otros espacios. "La casa colapsó en ambos extremos de las fachadas y en un muro lateral de adobe", precisa el arquitecto encargado de la restauración e integrante de la familia, Mariano Valdés. En la casa chilena hubo daños en los techos, en muros de adobe y el corredor colonial se cayó.
"Aquí, y en general en estas casas -precisa Hernán Rodríguez, casado con la historiadora y una de las propietarias de Cunaco, Francisca Valdés-, los estragos han tenido su principal causa en errores humanos. Nosotros habíamos retirado un alero que produjo humedad y al hacerlo lo dejamos expuesto a la lluvia. Otro error fue la mezcla de materiales distintos al adobe. Las estructuras concebidas sanamente y sin cambios resistieron por lo general bien". Cuenta que para la restauración serán fieles al adobe, mejorado con nuevas técnicas. "Hoy es posible darle más solidez a este material noble y vamos a trabajar más con madera". Las intervenciones han partido por ir dejándola habitable. Reparar los muros, las instalaciones eléctricas.
Los talleres impartidos por el experto Nano Sánchez, de la Fundación Altiplano, fueron claves en esto: "Una instancia de capacitación que debería perdurar en el tiempo", señala Rodríguez.
Alhué: ¿demolición o reconstrucción?
Más de 400 años llevan estas históricas casas de la hacienda Alhué en manos de la familia: desde 1615 cuando don Tomás de Toro y Zambrano se convirtió en propietario de ella. El Conde de la Conquista y presidente de la Primera Junta Nacional de Gobierno, don Mateo de Toro y Zambrano, ha sido su dueño más ilustre, cuenta su descendiente y encargado de la reconstrucción, Francisco de Toro Tagle.
Esta casona tenía más de 2.000 m {+2} , entre patios, capilla, salones, piezas, sala de billar y biblioteca, sala de armas (las que se robaron después del terremoto) y otros espacios. "La parte más antigua corresponde a una construcción colonial hecha de tabiquería de adobe, donde se alojaba don Mateo. La segunda ala es de 1840, levantada con ladrillos de adobe", explica De Toro, quien desde hace ocho años se ha dedicado por completo a rescatar esta casa, la que, incluso, había abierto al público. Sin embargo, el terremoto la dejó en un 90 por ciento inhabitable, con desplazamientos de muros y graves daños estructurales. Estudios de especialistas, no obstante, aseguran que es reconstruible, afirma este empresario luchador y gran amante de la historia, quien estudió comercio en Francia.
"El patio interior -agrega- es lo único que quedó intacto: rodeado de palmeras centenarias". También está intacta la llamada "Casita de los temblores", de madera y paja y toda engenerada en su interior. Era el refugio de los dueños de casa para los sismos; tradición colonial de la que subsisten poquísimos ejemplos en Chile. "La idea es rescatar todo el complejo arquitectónico del diseño en su estado original. Diferenciando -en su arquitectura y ambientación- el ala del siglo XVIII con las del siglo XIX. Se pretende restaurarla con su materialidad original, con tabiques y ladrillos de adobe, pero aplicando tecnología moderna como geomalla y estuco (de barro), a cargo de un equipo encabezado por el arquitecto Raúl Irarrázabal", explica. Piensan quizá postular a fondos extranjeros y lo harán nuevamente a un fondo del Consejo Nacional de la Cultura. El proyecto contempla convertirse en un polo patrimonial y turístico, aunque De Toro ve con temor cómo las casas siguen deteriorándose: "Este invierno será fatal: debemos conseguir financiamiento, si no nos veremos obligados a demolerla este año".
Santa Rosa de Lavaderos: "conservamos el adobe"
La casa de Santa Rosa se emplaza frente al único paso que existía - a través del río Maule- hacia el sur: por ese camino pasaron las tropas realistas y las patriotas. Y el nombre de la hacienda, "lavaderos", se debe a la vecina mina de oro "El Chivato de Maule", la más austral explotada por los incas, cuenta el escritor y arquitecto, Óscar Bustamante, uno de los dueños de Santa Rosa de Lavaderos, a cargo de su restauración.
"La casona es de una austeridad preciosa. Está enclaustrada en medio de cerros con 500 hectáreas de bosques nativos que se han mantenido, al que se le agregó un parque con reminiscencias europeas, de mediados del siglo pasado", precisa el autor de novelas como "Asesinato en la cancha de afuera". Varios miembros de su familia viven y colaboran allí, como el artista Patricio Court (casado con una Bustamante) y el hijo pintor del escritor.
La parte más antigua de la construcción, de fines del siglo XIX, con grandes paredes de adobe, alberga el salón y algunos de los 21 dormitorios. En el nivel superior -de 100 años de data- se encuentran la cocina, la pieza principal, las salas de baño y un escritorio. "La casa resistió muy bien. La construcción sigue aplomada y los muros sólo se abrieron en la parte superior. Hicimos analizar la calidad del adobe y vimos que estaba en muy buen estado y eso hizo posible la recuperación. En reunión familiar, decidimos conservar el adobe. La parte vieja la reparamos a la manera tradicional con un maestro. Se hicieron algunas uniones con crucetas, tensores, para impedir que los encuentros de muros dañados se desplomen en un futuro terremoto", precisa Bustamante, quien ha hecho varias casas de adobe, como la intacta bodega de vinos de la hacienda.
Este mes, los dormitorios y un par de salones quedaron, por fin, restaurados. Los Bustamante saben de las enormes necesidades de la región y se han unido (y podido) rescatarla ellos mismos. Ahora, deberán partir los trabajos de la parte alta de esta enorme casa maulina, que guarda múltiples testimonios de las vidas de sus habitantes.
La Estacada, "Casa fortaleza"
La casa de La Estacada constituye uno de los pocos modelos existentes de la primera tipología de la vivienda rural del valle central chileno. Ubicada cerca del pueblo Guacarhue, la parte más antigua de esa construcción se remonta al siglo XVII y corresponde a la llamada "Casa fortaleza". Su disposición está completamente cerrada al exterior: sin ventanas en su fachada principal, salvo el zaguán que conduce al patio interior. Heredada en 1962 por María Teresa del Río y su marido, el arquitecto Jaime Sanfuentes, "ambos llevaron a cabo un notable trabajo de reconversión y restauración de espacios que se crearon a partir del siglo XVII", destaca el libro "Casas de campos chilenas".
Pero esta parte del conjunto habitacional, de 2000 metros cuadrados, hecho de adobe, con salón, comedor y dormitorios sufrió estragos en 2010. "Es el terremoto que más daño le ha hecho: se cayeron parte de los muros del salón y de los dormitorios. Quedó inhabitable", señala la arquitecta Sofía Sanfuentes del Río.
"Colindamos con la capilla de la familia de Carlos Valdés y una parte de ese muro se cayó hasta nuestra casa; unos pilares que estaban en la llavería se desaplomaron", precisa. Pero han tomado varias precauciones. "Lo primero que hicimos fue consultar a calculistas y estamos trabajando con Pablo González, un especialista en patrimonio. Se hizo un plan de refuerzo de los muros de adobe y de los pilares que se salieron de las bases. La casa fue forrada completamente con plástico negro para resguardarla de la humedad".
La arquitecta y artista -quien ha trabajado en importantes proyectos de restauración con el padre Gabriel Guarda- reconoce que muchos de los daños fueron producto de malas soluciones constructivas anteriores. La idea es volver a reconstruir la casa paulatinamente con adobe, mejorando lo mal restaurado, alivianando la construcción. Por el momento, hicieron una ampliación de dos dormitorios y un baño, en estructura de madera: la que guarda una semejanza en la apariencia con la estructura original. "Era la única forma de tener un lugar ahora".
Foto:DEL LIBRO "CASAS DE CAMPO CHILENAS"
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